lunes, 1 de agosto de 2016

Aprendiendo de los errores...



La crianza no es un camino camino fácil y si ya decides hacerlo desde el respeto, el amor y la empatía, todo se complica aún más.

No es fácil coger el control de uno mismo, respirar, no llegar al nivel de ese niño cansado que te monta una rabieta en mitad de la calle, que se va corriendo hacia los coches porque está enfadado... justo en el día en que tu más cansado estas, más abrumado por problemas ajenos a todo eso... justo el día en que más calor hace... y, del mismo modo que un detonante hace que ellos exploten en una monumental rabieta, nosotros también lo hacemos.

Y lo hicimos hace unos días, en medio de una calle algo concurrida... y se que desde fuera dimos la sensación de ser los típicos padres de crianza autoritaria. No hubo golpes, ni insultos, ni amenazas pero si malas formas y gritos. Nos vimos envueltos en una espiral de ira y pataleta adulto-infantil que no nos benefició a ninguno.

Ya en casa, más calmados... nosotros, los adultos, lo hablamos.. no podíamos seguir así... no podíamos explotar como les pasa a ellos, debíamos de buscar una manera de mantener la calma, de respirar, de llevarles a otro estado. Nuestros hijos no tienen la culpa de nuestros problemas y no es justo para ellos que canalicemos en ellos nuestra ira. Debemos ser su ejemplo de autodominio de las emociones... no hay más.

Y tras ese horrible episodio, el cambio se inició en los dos. Aquella noche, antes de dormir y en nuestra cama, llegó el momento de hablarlo con el peque. Le explicamos lo que había pasado, le pedimos disculpas, él también se disculpó claramente arrepentido y nos prometimos mutuamente no volver a gritarnos y a llegar a ese estado.

Él no lo cumple, a fin de cuentas sólo tiene cuatro años. Pero nosotros ya hemos retomado el camino de la crianza respetuosa y empática. Y esto debemos extrapolarlo en todos los sentidos de nuestra vida. Tratar de mantener la calma, ponerse en el lugar de los demás y si queremos un mundo de respeto y amor, predicar con el ejemplo, que, a fin de cuentas, es lo que más cala en la conciencia de quienes nos rodean.

Sólo así, podremos lograr cambiar un poco el mundo, o al menos el que a nosotros nos rodea.


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